Comenzando la aventura

MARTES 23 DE NOVIEMBRE DE 2010

A las 7:55 nos encontrábamos en la puerta de la agencia de viajes (Handspan) en Hanoi (78-80 Ma May Str.) un poco nerviosos porque no teníamos ni idea de lo que nos iba a deparar la “aventura” en la que nos embarcamos algunos meses atrás cuando comenzamos a preparar nuestro viaje a Vietnam.
Pensé que podría ser bonito intentar ayudar a alguna ONG aunque fuera de una manera muy superficial aprovechando nuestro viaje, ni siquiera sabía cómo, si trayendo medicamentos, libros, vamos no tenía ni idea. Como soy aventurero solo lo justo, fui a la página del ministerio de asuntos exteriores para ver que ONGs españolas actuaban en Vietnam. La primera que vi con opciones de ayudar fue la Fundación Promoción Social de la Cultura, así que ni corto ni perezoso les mandé un mail contándoles nuestro caso y que estaríamos encantados de ayudar si era posible. A mi e-mail respondió Jaime que muy amablemente me respondió diciéndome en principio era difícil ya que lo que estaban haciendo era un proyecto para preparar a una de las etnias más deprimidas de Vietnam (Los Muong) localizados en la reserva natural de NGOC SON - NGO LUONG para el turismo y que el proyecto estaba a punto de cerrarse, lo único que comentó como sugerencia fue: “bueno, lo único podéis ir como turistas experimentales y darnos vuestra opinión, etc…”. A partir de ahí yo ya me emocioné y dije p’adelante. Durante los siguientes meses Jaime nos iba mandando más detalles sobre la ruta, la agencia, etc… y finalmente como decía ahí estábamos, en la puerta de la agencia.
En ese instante, ya nos abrió la puerta un agradable Vietnamita con cara de “Picaro” que inmediatamente se presentó como Tuan Anh y nos preguntó si eramos Alejandro y Maria al decirle que si nos confirmó que a partir de ese momento seria nuestro guía. En la puerta la primera sorpresa agradable un todo terreno totalmente nuevo y equipado con aire acondicionado y toda clase de comodidades. (Creedme un lujo para las carreteras vietnamitas).
Arrancamos en dirección a Chien (aldea Muong), la casa Muong donde haríamos la primera parada para comer y donde nos abandonaría el coche hasta el día siguiente, ya que el resto del camino ya no se podría hacer más que andando o en moto. Tras cuatro horas de coche (una solo para salir de Hanoi) y pasar por multitud de pueblos, algunos realmente alucinantes para los ojos de un occidental recién llegado, nos plantamos en nuestro destino (12:00 aproximadamente). La nota divertida del viaje fue que poco antes de llegar nos perdimos y llegamos a una zona donde se acababa la carretera a la entrada de un puente que cruzaba un gran rio con el “detalle” de que NO había puente. Tras una vuelta atrás y una llamada de móvil todo quedó solucionado en minutos.
En este caso no era exactamente una casa sobre pilares, aunque si 100% echa de madera. Por fuera era realmente bonita y rustica, tenía un cartel de “Stay home y WC” lo cual ya nos empezaba a dar señales de que gente con experiencia en turismo les había estado aleccionando.



Por dentro, era muy llamativa para nosotros ya que presentaba una estancia enorme que hacía las veces de salón, comedor y dormitorio. Al lado justo, separados por un delgado tabique de madera una cocina, que contaba con poco más que un fuego en el suelo y algunos sitios para colocar los potes. Después, una estancia parecida a un porche, con billar y todo. Detrás de la casa contaba con una huerta y su baño al lado de la pocilga :-), con una bonita piara de cerdos vietnamitas.


Tras la ceremonia del té de bienvenida con el que nos brindó la señora de la casa se presentó Him nuestra guía local (de la etnia Muong). Era un poco tímida y apenas hablaba inglés de ahí que contáramos con dos guías (Han y Him).
A continuación la comida que compartimos con nuestros guías y el conductor, en una pequeña mesa redonda nos sirvieron una serie de platos típicos muy ricos, no sé si los recordaré todos pero recuerdo que había pollo asado, una ensalada de tomates con pepinillos exquisita, y no sé cuantas cosas más incluyendo arroz blanco por supuesto que lo ponen de acompañante en todas las comidas.
Una vez terminada la comida repetimos la ceremonia del Té y comenzamos nuestro trekking a eso de las 13.30.
Tras una breve bienvenida e introducción de Him traducida por Ahn sobre lo que sería el viaje y sobre su Etnia, así como ciertos consejos de sentido común como no dejar restos a nuestro paso, y algunos detalles que pueden considerarse ofensivos por los Muong, los cuatro nos dirigimos por una pista de tierra hacia nuestro destino mochila a la espalda. Por delante nos quedaban unos diez kilómetros de pista en medio de la selva. El espectáculo paisajístico de mezcla de selva y arrozales era maravilloso.

Sin duda venir durante los meses de Mayo-Septiembre que hará más sol y el arroz estará en todo su esplendor le dará un plus. Por otro lado aunque el cielo estaba nublado gozábamos de unos 23-24 grados que nos permitían disfrutar plenamente de la caminata sin agobios de calor y a un tiempo permitiéndonos ir en camiseta. Por otro lado, las vistas de las montañas entre la bruma y las nubes tenía también bastante de espectacular. Sin contar, el detalle que ahora mismo con el “frío” según me dijo el propio Ahn no hay mosquitos, cosa que se agradeció ampliamente.
Durante el camino, Ahn nos iba explicando montones de cosas sobre plantas y sus usos, así como de los paisajes que veíamos y algunas casas Muong que nos íbamos encontrando de vez en cuando solitarias.
Como dos horas después llegábamos a la aldea de Mu (consta de unas 65 familias aproximadamente). Aquí visitamos su famosa cascada. Realmente, una vista espectacular.



Cascada de Mu

Han preparado un pequeño camino y un mirador para poder apreciar la cascada en todo su esplendor en medio de los arrozales. Un placer para vista y oído. Durante ese rato fuimos presa de las miradas de los locales, ya que a ellos les resulta extrañísimo incluso cuando les visita un Vietnamita de fuera de la villa (o de otra Etnia) podéis imaginaros dos “guiris” con mochila. Imagino que con mis 1,87 y 90 kilos también les parecería una especie de gigante, ya que aquí normalmente tanto hombres como mujeres tienden a ser menudos. Hicimos una parada en la escuela que estaba en obras el guía y yo aprovechamos para bromear con una balanza llena en ambos extremos de raíces. La cogimos como hacen aquí normalmente las mujeres haciendo como que la transportábamos. Aquí, vino mi primera sorpresa una señora bastante mayor que nos había estado mirando fijamente y muy seriamente, claramente con desconfianza y estrañeza entremezclada (francamente era una mirada dura, de una persona que no le ha tratado bien la vida) de repente cuando me vio coger la balanza y como casi se me cae por no equilibrarla bien comenzó a reir y su ruda imagen desapareció por completo para dar paso a una alegre ancianita que me miraba con ojos de niño. Creo que en ese mismo instante me di cuenta como era esta gente y de su inocencia.

Unos instantes después se nos presentó una chica del pueblo que hablaba inglés perfectamente y que era el contacto de la ONG en Mu. Nos preguntó que tal todo y nos deseo un buen viaje.
Poco después partimos entre los arrozales hacía Sat (la aldea donde estaba la casa conde nos alojaríamos). Las vistas eran realmente increíbles, un valle lleno de arrozales y rodeados de exuberantes montañas con ese toque de misterio que les daban las nubes. En esta parte del camino Ahn nos seguía contando historias, en este caso una de amor. Y es que existe cerca del poblado Mu dos árboles que curiosamente han crecido en paralelo muchos mucho muchos muchos metros y es tradición que las parejas se acerquen a rezar a estos dos árboles para poder estar juntos los próximos 1.000 años.

Cuando llegamos a Sat/Tuong (con unas 40 familias). Pudimos aprender un poco más sobre sus curiosas casas sobre pilares. Son casas hechas generalmente 100% con madera y sin utilizar clavos, todo va encajado y el techo está recubierto de hojas de palmera entrelazado. Se suele hacer un techo varias capas con lo que suelen estar libres de goteras (como bien nos aleccionó Ahn, de palmeras pequeñas, ya que el otro tipo de palmeras que hay en la reservas las hojas son de mucha peor calidad aunque sean mayores, asi que solo se utilizan para hacer escobas). Por lo que hemos visto no hay un numero de pilares estándar, había casa más pequeñas y otras mayores. Lo que suele ser común a todas es que a parte de abajo no tiene paredes y es donde acostumbran a vivir los animales y guardar el grano (arroz, maíz, etc..). La parte superior es una sola estancia totalmente diáfana y llena de ventanas. Normalmente no hay nada, más que un armario donde acumulan las mantas y demás enseres para preparar la cama y poco más. Algunas tienen otra pequeña estancia que se utiliza para cocinar. Las paredes pueden estar decoradas con dibujos o abarrotadas de fotos. También suelen exhibir con orgullo los diplomas escolares de sus hijos.
Viniendo de Asturias me resultó realmente curioso el parecido de estas casas con nuestros hórreos. Incluso las pinturas que decoraban algunas ventanas me recordaban a pinturas que alguna vez vi en hórreos y paneras.

En la arquitectura de las casa es donde comienza a verse los primeros peligros de la influencia de la “civilización”, en la primera aldea (la que se llega por carretera en coche) se ven “bastantes” casas cuyos pilares ya son de hormigón y no de madera. En muchas casas en todas las aldeas comienzan a verse techos de uralita en lugar de techos de paja. Hay que tener en cuenta que la duración de una casa de estas normalmente es unos 100 años (los pilares principales), 20 años las paredes, ventanas, etc… y unos tres años el techo de palmera. Con lo que se puede entender que la gente prefiera la solución de uralita para muchos años. En algunas casa vimos que tenían uralita y las forraban por encima de hojas de palmera, quizás esta pueda ser la solución sostenible para mantener la tradición y mantener la belleza equilibrada con el paisaje.
La casa en la que dormimos así como las otras casas donde comimos, todas preparadas para el turismo tenían un W.C. exterior donde podías lavarte con agua corriente sin problemas. La limpieza era extrema, hasta el punto que nos sorprendió ya que no es debe ser nada fácil mantener una casas en medio de la selva con esa pulcritud. No había ducha pero por ejemplo en la casa en la que dormimos que estaba al lado de un rio con una mini-cascada muy bonita era posible bañarse en el rio si se deseaba.
Una vez en la villa con el objetivo cumplido de llegar antes del anochecer (debían ser las 18:00 ó 18:30) entramos en la casa, allí nos recibió la señora Thuc (super-amable) vestida con el traje típico de los Muong, falda negra hasta los tobillos, camisa blanca de lino y un cinturón de lana muy ancho hecho totalmente a mano siguiendo su ancestral modo de tejer con alegres motivos y colores. Tras la ceremonia del Té y dejar las mochilas, nos fuimos con Ahn y Him a dar un pequeño paseo por el pueblo. Nos enseñaros varias familias, los animales (principalmente cerdo vietnamita, vaca, búfalo de agua, patos y gallinas), vimos también casas en construcción y finalmente nos enseñaron en una casa un telar tradicional de madera con un complicado sistema para tratar la lana, curiosamente de nuevo se parecía a los antiguos telares que alguna vez vimos en el occidente de Asturias (concretamente en Los Oscos).
A continuación la cena, estupenda de nuevo, rollitos vietnamitas, una especie de nuggets de carne envueltos en una hojas que el propio Ahn nos había enseñado por el camino e informado que serían parte de la cena, cerdo con tomate y verduritas y frutas varias. Todo muy rico, con la ventaja de que es una comida ligera que te alimenta pero nunca tienes una sensación de reventar. La señora Thuc nos obsequió con un vino de arroz hecho en casa (lo que viene siendo el orujo del lugar), BUENISIMO. Como además es costumbre Vietnamita que siempre tienes que dejar que te echen como mínimo dos veces ya que una vez solo se sirve a los muertos, pues me dejé cuando la señora Thuc empeñó en que repitiera ;-).
Cuando terminamos la cena comenzamos una animada velada a la que se nos unió Mr. Thanh, el abuelo y hasta la vecina.



Ahn y Him nos estuvieron contando cosas de la aldea y de sus costumbres, algunas eran muy interesantes otras sencillamente increíbles. Nos contaron que la pista de tierra que llega hasta allí se había hecho hacía 9 años así que anteriormente cuando querían ir al mercado tenían que atravesar la selva andando. Lo que significaba un día entero caminando de ida y otro de vuelta. También nos contaban que los fines de semana TODA la aldea se dirigía junta al mercado y además lo hacían cantando pq había descubierto que yendo en grupos entretenidos la gente caminaba mucho más rápido que sola. Debía ser impresionante encontrarte en medio de la selva con un grupo de más de 100 personas cantando.
Pero la historia más alucinante es uno de sus rituales con los invitados. Normalmente, cuando algún invitado de la misma etnia pero de otra aldea venia, para comunicarse con él en lugar de hablar cantaban. Funciona como una especie de reto donde uno va cantando y el otro le replica. Si alguien de repente se queda sin palabras pierde y era bastante deshonor, hasta el punto que a veces se alargaban los canticos varias noches. Podían parar al amanecer ir a trabajar y al anochecer continuar donde lo dejaron. Tambien es muy curioso que lo utlizaban como método de ligue hombres y mujeres se enzarzaban en interminables cantes donde se decían todo lo que querían. Podía incluso llegar a ocurrir que uno de los dos que al principio no estuviera interesado en el otro acabara enamorándose porque el otro fuera un gran “cantante. Fue una experiencia realmente única compartir ese rato y esas historias, diría que solo por esa sobremesa ya mereció la pena el viaje.
Así, que allí estábamos en medio de la selva de sobremesa con los Muongs. Cuando terminamos la charla era aun un poco pronto para irse a la cama así que nos dedicamos a jugar a diversos juegos de ingenio como intentar meter una chapa en una botella de un soplido, sacar un billete de un dólar entre dos botellas o intentar sacar una bola de aluminio de un vaso de agua sin tocar la taza ni la bola. Fue increíblemente divertido y ahí vimos y disfrutamos con la “inocencia” de los Moung, aun saben disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Era increíble ver al abuelo allí sentado en el suelo con nosotros disfrutando como un niño cuando alguno fallaba intentando resolver alguno de los juegos. No tenían ninguna clase de vergüenza y disfrutaban a tope el momento.
A eso de las 21:30 decidimos acostarnos ya que estábamos reventados del largo dia. Asi que la señora Thuc nos preparó la cama. Dormimos según sus costumbres, todos juntos en la misma sala y en el suelo. Eso sí, nos preparó una cama de reyes con sus tradicionales mantas y una mosquitera para que durmiéramos sin miedo a los mosquitos (aunque como os comenté anteriormente en esta época prácticamente no existen).
Entre el cansancio y el ruido de la cascada de fondo dormimos enseguida muy plácidamente.