Último día

MIÉRCOLES 24 DE NOVIEMBRE DE 2010

Despertamos prontito a eso de las 7:30 listos para una nueva jornada. Nos tomamos una café instantáneo que nos supo a gloria y después de desayuno nos trajeron un plato de crepes (frixuelos en mi tierra) con miel espectaculares, así que no nos quedó otra opción que ponernos como el quico.

A las 8:00 comenzamos ruta hacía Mu pasando por Khay y Mon (en Mon comeríamos).
El camino fue como hasta ahora sencillo, siguiendo la pista de tierra disfrutando los diferentes paisajes que nos íbamos encontrando. Viendo más casas y familias por el camino.

Muchas veces la gente se extrañaba cuando nos venían, me imagino que les pareceríamos como de ciencia ficción. Los niños que nos pasaban con sus bicicletas a la vuelta del colegio, pasaban muy serios a nuestro lado y en cuanto avanzaban unos metros rompían a reir a carcajadas (ya me los imagino contándolo a sus amigos como se habían cruzado con unos occidentales por el medio de la aldea.
Como comenté antes solo con que de vez en cuando algún vecino de devolviese una sonrisa compensaba ampliamente cualquier sensación de apuro que sentíamos de vez en cuando por ser el centro de atención.
A eso de las 11:00 ya estábamos en Mon para comer. Como era un poco pronto nos fuimos a dar unos paseos solos por el pueblo una media hora. Después, volvimos a la casa y comenzamos a comer a eso de las 12:00. Otra vez deliciosa la comida. Los rollitos sin duda los mejores. También nos puso Tofú como variación yo no lo probé ya que no es mi fuerte pero María dijo que estaba espectacular.


Tras comer como reyes de nuevo quedaba la última aventura del viaje antes de volver a Hanoi. Viaje en moto desde Mon hasta Chien donde nos el coche nos recogería de nuevo. Tras una rápida llamada de móvil (nota para los aventureros “controlados” como yo, en todo momento hay cobertura de móvil) en unos minutos se plantaron en la puerta de la casa donde habíamos comido 4 locales con sus motos dispuestos a llevarnos por aquellas “caleyas”. Así que nada, nos pusimos el casco y nos montamos en esas mini-motos en dirección a Chien. El viaje se disfruta bastante, se tarda solo unos 20 minutos y es toda una experiencia. El único que no lo debió pasar bien fue el pobre conductor que le tocó llevarme a mi, que claro la moto no podía conmigo en la mitad de las subidas y tuvimos que echar pie a tierra varias veces :-)
Una vez en Chien nos despedimos de Him con un poco de pena ya que aunque ella casi no hablaba inglés y era difícil la comunicación su mezcla de timidez e ilusión nos había conquistado.

Nos obsequiaron con unas patatas dulces recién cocidas y ya nos tuvimos que meter en el coche de vuelta a Hanoi. A eso de las 17:30 llegábamos de nuevo a la oficina de Handspan después de haber vivido una experiencia única y probablemente irrepetible. Experiencia que estoy seguro seguiremos madurando y disfrutando durante mucho tiempo, ya que no creo que en este momento hayamos sido capaces de asimilar tantas vivencias.